
La tercera sesión formativa impartida por Jeanne Rolande Dacougna en esta VI. edición de la Formación Básica de la Estrategia antiRumores con el título «Descolonizar la agenda feminista: retos y críticas» se centró en una profunda crítica a la tradición feminista dominante, cuestionando sus limitaciones para representar y defender a todas las mujeres. La ponente subrayó la necesidad de una revisión crítica que reconozca las experiencias de las mujeres racializadas y migrantes, que a menudo quedan excluidas de las narrativas feministas hegemónicas. Dacougna articuló una visión de la descolonización feminista como una práctica que no solo defiende la igualdad de género, sino que desafía las estructuras de poder colonial, racial y económica que continúan oprimiendo a mujeres en contextos diversos.
Dacougna comenzó señalando cómo la historia en Occidente ha excluido y marginado a numerosas mujeres. Un ejemplo de esta exclusión histórica es la Revolución Francesa, que proclamó la famosa «Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano» en 1789, ignorando los derechos de las mujeres. Recordó el caso de Olympe de Gouges, una pionera que, en respuesta a la Declaración, escribió la «Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana», demandando igualdad y justicia para las mujeres. Sin embargo, la respuesta del Estado revolucionario francés fue violenta: Olympe fue encarcelada y, en 1793, ejecutada en la guillotina. Este acto reflejó la exclusión de las mujeres en una lucha que, paradójicamente, proclamaba la igualdad.
Dacougna también subrayó que esta narrativa eurocéntrica ignora otras tradiciones de derechos humanos previas, especialmente en regiones no occidentales. Como ejemplo, destacó la «Carta del Mandé», promulgada en el Imperio de Mali en el siglo XIII, una declaración de derechos humanos que promovía valores de igualdad y respeto mucho antes de las declaraciones europeas. Este ejemplo evidencia que la narrativa de los derechos humanos y la igualdad no es un invento exclusivamente occidental, sino que tiene raíces diversas y globales que la historiografía eurocéntrica tiende a invisibilizar.
En su análisis de las corrientes principales del feminismo occidental, Dacougna destacó que estas se han centrado principalmente en la opresión de género, muchas veces sin tomar en cuenta otras formas de opresión que afectan a mujeres de diferentes orígenes. Este enfoque ha llevado a una visión limitada que no responde a las complejas realidades de muchas mujeres. Por ejemplo, el feminismo liberal y radical de Europa y Norteamérica se ha centrado en problemas como el techo de cristal o la brecha salarial, cuestiones relevantes para las mujeres blancas de clase media, pero que no abordan las experiencias de las mujeres migrantes o racializadas.
Este feminismo hegemónico ha creado una agenda parcial que responde solo a las necesidades de un grupo específico de mujeres, dejando de lado las luchas contra el racismo, la opresión económica y el colonialismo, que también afectan a muchas mujeres. Dacougna subrayó que mujeres indígenas, afroamericanas y trabajadoras han cuestionado esta visión restrictiva, reclamando que el feminismo no solo aborde el género, sino también las dimensiones de clase, raza, etnicidad y colonialismo, es decir, los sistemas de opresión que intersectan con el género.
Para abordar esta multiplicidad de opresiones, Dacougna explicó la importancia del concepto de interseccionalidad, desarrollado por Kimberlé Crenshaw, que permite entender cómo diferentes sistemas de opresión se entrelazan y afectan la vida de las personas de manera compleja y única. Esta perspectiva crítica ha sido fundamental para el surgimiento del feminismo decolonial, que cuestiona la hegemonía cultural europea y examina cómo las políticas coloniales e imperialistas han impactado a las mujeres en los territorios colonizados.
El feminismo decolonial denuncia, además, el “epistemicidio” o destrucción del conocimiento local y comunitario. Dacougna explicó que durante siglos de colonización, Occidente no solo explotó los recursos naturales de las colonias, sino también su conocimiento. Explicó cómo en la caza de brujas en Europa, mujeres con conocimientos sobre medicina y prácticas ancestrales fueron perseguidas y ejecutadas, eliminando saberes acumulados que eran fundamentales para las comunidades.
Uno de los temas centrales de la sesión fue el análisis del racismo estructural y su impacto en la vida de las mujeres migradas y racializadas. Dacougna explicó cómo el racismo permea todas las capas de la sociedad, desde las leyes hasta las relaciones personales y la percepción pública. Criticó la Ley de Extranjería en España, que obliga a las personas migrantes a estar en situación irregular durante tres años antes de solicitar la regularización, lo que las coloca en una situación de vulnerabilidad y dependencia económica. Esta ley, según Dacougna, está diseñada para mantener a las personas migrantes en una situación de precariedad y limitar sus derechos, contribuyendo a un “contexto de vulnerabilización” de las mujeres migrantes.
El racismo también se manifiesta en los Centros de Internamiento de Extranjeros (CIE), donde las personas migrantes son retenidas sin juicio previo, como si fueran criminales, cuando en realidad solo han cometido una falta administrativa. Dacougna mencionó que incluso cuando un ciudadano comete un delito menor, si la pena es inferior a dos años, no se le envía a prisión. Sin embargo, estas personas extranjeras pueden estar detenidas en condiciones muy duras, una situación que Dacougna describió como parte de una necropolítica que decide quién merece vivir y quién puede morir, al estilo de la externalización de las fronteras y los acuerdos con países como Marruecos y Senegal para evitar que personas migrantes lleguen a Europa.
Dacougna expuso también la situación de las mujeres migrantes en el mercado laboral, específicamente en lo que llamó los empleos de las “3P”: precariedad, penosidad y peligro. Estos trabajos, como el servicio doméstico y el cuidado de personas mayores, son de baja remuneración, con escasa protección laboral, y muchas veces están destinados casi exclusivamente a personas migrantes. Explicó que estas mujeres están sujetas a condiciones laborales abusivas y muchas veces en situación irregular, lo que limita sus derechos y les impide defenderse ante abusos.
Dacougna enfatizó el papel de la Ley de Extranjería en este contexto, la cual exige que las personas migrantes trabajen de manera informal durante los primeros tres años en España, colocándolas en una situación de dependencia económica que favorece la explotación laboral. Esta legislación no solo limita la libertad de estas
mujeres, sino que les obliga a aceptar condiciones de trabajo abusivas para poder cumplir con los requisitos de la renovación de sus permisos de residencia. También denunció cómo a las mujeres migrantes latinas se les otorga una cierta “facilidad” para entrar en el país bajo visados de turismo debido a la necesidad de mano de obra en el sector de los cuidados, mientras que a las mujeres africanas se les imponen mayores restricciones.
Dacougna habló de la constante exotización e hipersexualización de las mujeres racializadas en la sociedad europea. Las mujeres negras y latinas son frecuentemente percibidas de manera estereotipada, y sus cuerpos son objeto de fetichización. Esto, señaló Dacougna, genera una percepción social que contribuye a justificar la explotación sexual y la violencia de género contra estas mujeres. La ponente explicó que estas representaciones no son inofensivas, sino que se traducen en prejuicios y en barreras para acceder a trabajos fuera del sector de los cuidados y el servicio doméstico, relegando a estas mujeres a los trabajos de las “3P”.
Por otro lado, las políticas públicas de integración han fomentado una visión asimilacionista que exige a las personas migrantes abandonar sus costumbres y tradiciones para adaptarse a la sociedad receptora. Dacougna cuestionó esta “superioridad moral de la blanquitud” que subyace en estas políticas, en las que las personas migrantes deben renunciar a sus identidades para ser “aceptadas”, lo que refuerza un esquema de poder cultural y devaluación de sus culturas de origen.
Para finalizar, Dacougna abogó por la construcción de una agenda feminista verdaderamente inclusiva, que dé voz a las experiencias y necesidades de las mujeres migrantes y racializadas. Subrayó la importancia de que el feminismo incorpore las luchas por los derechos humanos, económicos y culturales de estas mujeres, respetando sus identidades y contextos. Expresó la necesidad de un feminismo que no solo denuncie las injusticias de género, sino que también luche contra la opresión colonial, el racismo y las desigualdades socioeconómicas que afectan a las mujeres del sur global y a las migrantes en el norte.